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El blog de Hector Grave

La hija que no tuve

20 Abril 2016, 15:59pm

Publicado por Hector Grave

En casa nunca hubo “niñas”. Sucedió que la naturaleza le envío a mi madre cuatro hijos varones. Cuenta la leyenda que al ser yo el pilón toda las esperanzas estaban puestas en mí. Desde entonces supongo soy una sorpresa constante. Defraudé las esperanzas familiares y decepcioné a todos sin ni siquiera haber nacido. Reto a cualquiera que tenga complejo de “oveja negra de la familia” a que supere “eso”. ¡JA!

Cuando crecí descubrí entre otras cosas guardadas en mi cuarto:

  • Un conjunto de shortcito con camisita y calcetincitos de esos tejidos, que van con botita Coloso de charol seguramente y todo ese pendejo ajuar que se usaba para que los niños de los ochentas fueran al fotógrafo y fueran retratados como si fueran niños de la nobleza del renacimiento ranchero, cabello relamido peinado con brillantina incluido (hay fotos).
  • Un trajecito de pastorcito que parece ser usé en alguna pastorela del Kinder, de esas donde los niños con verdadero talento histriónico o apariencia física favorecedora para el papel recibían los roles importantes y todos los demás éramos extras. No recuerdo haber usado el traje, pero sí recuerdo que estaba como bordado con hilo dorado y cosas más como para un traje de Aladino cuando se vuelve millonario y menos como de pastorcito que fue caminando a Belén…
  • Arrumbado en una caja, empacado pero accesible: un vestido.

Ajá. Un vestido. De niña. Con bordados y cosas así muy garigoleadas. Recuerdo tener como cuatro años y haberle preguntado a mi mamá qué pedo con ese vestido (seguramente no pregunté así, pero el espíritu de mi pregunta fue el mismo). Me contestó algo como “ese vestido me lo regalaron para TI, cuando todavía no sabíamos que eras niño. Lo guardé como recuerdo porque está muy bonito”. Me di por satisfecho con la respuesta pero por semanas no dejó de molestarme porque carajo: era un VESTIDO y evidentemente yo era niño y ya nadie lo usaría y ¿qué chingados hacía eso en mi clóset todavía?

En una de esas quizá hasta me lo puso, no lo sé, si eso fue, espero se lleve el secreto a la tumba.

No sé qué habrá sido del vestido aquel. Ahora entiendo que mi madre lo guardó por nostalgia de lo que nunca fue. Y como tantas cosas a mi edad: le entiendo perfecto.

Siempre supe que quería tener hijos, nunca me preocupé por “programarlos” porque lo más lindo para mí al tenerlos era la maravillosa aventura de dejar que sucediera y ver qué pasaba. Qué salía. Si venía o no. Sí era niño o no. Si era uno o eran varios. Irlo descubriendo es la aventura – literalmente – de la vida. Hay gente que hasta esto quiere controlar.

Ya nunca tuve una niña. Simplemente no era para mí. Y aunque nunca sucedió, tenía hasta nombre.

Podría hacer listas de todas esas bondades que me perdí para siempre. Por ejemplo:

  1. Ya nunca sabré lo que es que tu hijita querida llegue a casa con un pinche cholo y te diga: “les presento a mi noviooooo”…y que al quedarle CLARISIMO que no te parece, se encapriche de manera irracional e imposible, ocasionándole caer aún más perdidamente enamorada porque a las chicas les fascina el pendejo amor imposible…
  2. Ya nunca sabré lo que es tener que hacerle una evaluación al imbécil ese que espera en la sala de la casa que la quiere llevar a cine, para hacerle preguntas con cara de Policía Judicial como “¿A qué horas las vas a traer?” y “¿Dónde vives y dónde te puedo localizar?”
  3. Ya nunca sabré lo que es que un estúpido día imborrable e infame baje mi hija la escalera de repente con cara de niña y cuerpo de mujer, lo que normalmente viene acompañado de un vestido hermoso y por lo tanto terrible y horriblemente corto…

Y de ahí cuelgan tantos y tantos miedos imaginarios todos, como estar en una fiesta y que un grupo de muchachos y otros no tanto la miren como miserables hienas hambrientas viendo los cachorros crías del león…

¡Dios mío, que puta angustia me dio! Y eso que todo esto es completamente hipotético. Aunque confieso que siempre quise aterrorizar pendejillos sentado en la sala de mi casa, tristemente es un placer que solamente me podré ya imaginar.

Pero también comprendo que hay muchas satisfacciones también que ya no serán.

Recuerdo hace muchos años haber visto como las hijas de un señor que admiro mucho lo atendían como un verdadero Rey en su castillo. Ellas le ofrecieron de cenar, le prepararon y lo abrazaron con un afecto indescriptible, todo en 15 minutos que se me grabaron para siempre en la memoria. Me quedó clarísimo ese día que eso era un verdadero honor y es la única vez que yo recuerde haber deseado con fuerza tener, específicamente, una niña. Yo quise ser ese señor un día.

Ahora soy mi propia versión de “señor”. Y me funciona bien.

Así que nunca tuve una hija. Pero si la hubiera tenido, si hubiera sucedido, si pudiera imaginarme y hacer realidad mi imaginación, quiero pensar que podría decirle todo esto y ella me escucharía:

Hijita Mía:

Eres tú la que no está, pero si estuvieras y un día no estuviera yo, llévate esto contigo y espero un día funcione como consejo o como guía.

Cuando pequeña, puedes jugar conmigo a lo que quieras. Si te interesan “las cosas de niña”, que así sea. Juguemos a la escuelita y al restaurante, seamos papás y mamás de muñecas, vayamos juntos al súper, juguemos a la vida. Ponte un vestido. Puedes ser Princesa, de juego, siempre que quieras. Podemos hacer de comer, de mentiritas con lodo en el jardín o de verdad con comida en la cocina. Hagamos galletas. Hagamos panes. Metamos las manos en la masa y decoremos lo que salga del horno (imaginario también, porque no me ha alcanzado para comprar uno chingada madre, te prometo que tendremos horno en la casa antes de que me muera). Juguemos al salón y a las uñas. Sí, sí puedes pintarme las uñas. No pasa nada. Es un juego. Y aunque en la vida real no me las pinto, si tú quieres, yo me pinto lo que quieras.

Si te interesan mi niña, “las cosas de niño”, que así sea. Juguemos fut y juguemos a lanzar balones por el aire. Aprende a lanzar conmigo y a cachar bolas de tenis primero y de baseball después. Siéntate a pretender que ves el juego en la tele en compañía mía, juguemos carritos, al Capitán América y a Spider-Man, a mí me gusta Hulk porque me permite utilizar mis habilidades histriónicas esas y a ti te dan risa. Puedes ponerte una playera de las Chivas, o del Atlas, o la que tú quieras (menos del América hijita, que chingue a su madre el América). Ponte un overol o unos jeans, unos tenis, vamos al parque, llénate de tierra. Puedes llenarme a mí también. No pasa nada. Es un juego. Y aunque en mi trabajo y en la casa yo no ando lleno de tierra, si tú quieres, yo me ensucio todo lo que quieras.

Vas a crecer y no sabrás cómo comportarte. Yo no sabré tampoco cómo comportarme. Tenme paciencia y yo a cambio prometo aprender rápido y tenértela también en su justa medida. Sí, soy hombre y viejo pero puedes confiar en mí. Puedes contarme lo que quieras. Porque no entenderé nunca lo que es ser niña, pero entiendo y mucho del mundo y de lo que sucede en él. No sabré nunca lo que significa convertirse en mujer, pero entiendo bastante lo que significa convertirse en hombre. Y podrán interesarte ya los hombres o no, eso no lo sé, pero sí sé que los problemas del mundo los provocan, los provocamos fundamentalmente: los hombres.

Cuida por favor siempre donde te metes. Cuida con quien estás. Intenta por favor no caer en la trampa esa de la adolescencia donde las niñas empiezan a predicar sobre madurez de forma adelantada, porque madurez no es interesarse por el mundo de “los grandes” sino comprender tus necesidades y alcances reales, limitaciones incluidas y estar en tu lugar.

Vas a entrar en una edad en la que te interesarán los chicos más grandes. Me vas a perdonar pero estaré mucho más al pendiente de ti esos días. Espero sepas entenderme y entender que no es un tema de poca confianza en ti, sino en tu experiencia, lo que luego aprenderás seguramente que no es lo mismo. Espero también alguno de tus hermanos se ponga muy mamey y sea capaz de lucir amenazante, para enviar un mensaje claro al pendejo ese cuando lo vea…

Fíjate bien: las mujeres no son iguales a los hombres. Esto nunca será verdad. Ser hombre o ser mujer no te vuelve mejor ni peor que nadie. Te convertirás en mejor ser humano por medio de tus acciones, por medio de tu nobleza, por medio del corazón y de tus logros. Tu no “mereces” pasar primero por una puerta por ser mujer, aunque un Caballero de verdad se asegurará que así sea. Tu no “mereces” la silla pero ojalá siempre haya un caballero cerca que se levante y cuando a ti te falte te la provea. Ojalá entiendas la diferencia y sepas apreciarlo cuando suceda.

Que NUNCA te diga un hombre que no puedes hacer algo por ser mujer. Lo que se merece, se gana. Tú puedes ser lo que tú quieras y tus capacidades y habilidades te permitan ser. Conoce tus límites, nada más.

Siempre serás mi Princesa, pero por favor, cuando seas adulta no pretendas ser una. A todos nos gustan las cosas lindas, la ropa fina, los autos nuevos, pero si buscas eso como necesidad primordial, tendrás solamente cosas y serás Princesa en el espejo con un vacío imposible de llenar. Mejor busca un compañero que quiera ser tu Príncipe y si todo sale bien, serás una Princesa de verdad y si te toca la fortuna de tener cosas lindas, de tener ropa fina, de tener autos nuevos: será por añadidura y bendición y nada más. Y si no hay compañero, ven a mi casa y te juro, te juro por lo más sagrado que Princesa siempre, siempre serás.

Si eres una dama, mereces un caballero. Trátalo a él como verdadero compañero. Él debiera ser tu cómplice, tu amigo, to confidente, tu complemento. Amale hasta los defectos, ayúdalo cuando de cordura tenga necesidad y déjate ayudar cuando lo que a ti te falte asome su cara ausente. Si te entregas, mereces lo mismo a cambio, siempre. No devalúes nunca tu entrega.

No te tienes que casar. De hecho, no “tienes” que ser nada que no quieras. Nadie espera que seas esposa, que des nietos, que seas monja, que sepas “hacer casa” (aunque todo ser humano, mujer u hombre debiera saber), que juegues un rol. Por mí no te cases NUNCA si no quieres. No lo vuelvas una fantasía. Si lo haces, que sea por convicción y amor verdadero y no por ilusión en tu imaginación. Yo no creo que tenga que ser ese el mejor día de tu vida. Mejor vive para encontrar siempre un nuevo mejor día cada día. Y que encuentres muchos, acompañada o sola, que tengas cientos, miles de mejores días de tu vida.

Serás todo lo que quieras ser. Porque eres mi hija. Porque así te imagino y en mi imaginación así siempre serás. Serás una gran y enorme mujer.

Héctor Daniel

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