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El blog de Hector Grave

Autos

2 Junio 2009, 20:20pm

Publicado por Hector Grave

Autos


Lejos de ser una herramienta, los autos son una extensión de nuestra vida. En ellos hay personalidad, capricho, trabajo, inversión, gusto, placer, practicidad y a veces una proyección del yo interno. Un coche dice tanto de uno como un traje, un vestido de noche, una corbata, una postura, una mirada...si los autos hablaran...

Durante mi vida ha habido un sinnúmero de autos de gran importancia y no todos han sido míos. Recuerdo por ejemplo los autos de mi infancia: el más importante un Datsun color azul, con interiores también en azul de eso que en los 80's era tan común que no era ni tela ni plástico, sino algo peor y malamente definido en mi mente como "cuerhule" (de la fusión de "cuero" y "hule", por supuesto). En ese carrito mamá me llevaba a todos lados. Era 1984 y me llevaron por primera vez al Kinder en él. Los direccionadores del aire acondicionado me parecían salidos de la NASA: redondos, como esferas pendiendo en unos extraños agujeros en el tablero. Recuerdo también haber dicho a mis amiguitos con orgullo: " mi mamá tiene un Datsun". Ahora reconozco que es un carro horripilante, pero en su momento fue mi máximo.

Otro lugar especial lo ocupa una maravillosa "Grand Marquis" 5 puertas, blanca, con acabado en "madera" a los lados, interior tinto. Enorme. Era lo más grande que se podía conseguir para viajar con la familia en aquella época, sin embargo era exactamente igual en espacio al sedán 4 puertas, solo que con cajuela para meter un par de féretros con todo y difuntos. Ahora que la veo parece más una buena carroza fúnebre que un vehículo para familias felices. Si levantabas el tapete que traía atrás podías abrir un mecanismo que sacaba un asiento adicional. En mi calidad de "pilón", "gol", "error de planeación", "accidente circunstancial" o si gustan mejor: "regalito de Dios" (como cuarto hijo que soy, venido al mundo 9 añitos después del último hijo), ese fue siempre mi lugar a regañadientes. Mi impresión era que el lugar era muy divertido, sin embargo también era un diferenciador nefasto para quienes teníamos la maldición y desgracia de ser pequeños. Ese asiento se revaloró un día cuando Pancho (un amigo de mis hermanos de la universidad, y amigo mío también al día de hoy) se quedó de visita en casa y en él viajamos a un restaurante juntos. Mi dignidad se irguió de inmediato, porque si Pancho (quien a mi juicio era enorme) podía viajar en él, también yo y eso no me discriminaba en absoluto. Recuerdo también haber descubierto que lo que tenía a los lados no era madera, sino unas calcomanías horribles y de lo más corrientes, pegadas con algo que yo ubiqué como "resistol amarillo". Mi concepto del auto lujoso se derrumbó en segundos.

Al crecer los carros toman una relevancia todavía mayor. Si ibas a salir con una niña que te gustaba por supuesto que tenía que ser en coche. Si lograbas el tan ansiado permiso de que te soltaran un vehículo, de inmediato todo era felicidad y logro, sin importar si lo que te prestaron fue una vagoneta Ford Taurus...nada más sexy que llegar por la niña que te gusta en algo que evidentemente es el coche de tu mamá...

Hoy en día mientras me muevo en mi coche vengo siempre observando a mi alrededor. Me gusta ver los colores, escuchar los motores si es que ronronean (como un Mustang, por ejemplo) o rugen (como una Dodge Ram) y de paso juzgar severamente al sujeto a bordo. En segundos contrasto al conductur con el vehículo y si no me parece congruente lo que veo entonces internamente me regocijo criticándolos. De ahí salen algunas observaciones memorables:


1) Si el auto trae una calcomanía de algún país europeo de inmediato pienso: "¡Yo tambien he viajado y no tengo porque andarlo anunciando por ahí, pinchi presumido!"

2) Si es una niña fresa y trae una calcomanía que dice "Princess" o algo parecido, de inmediato la descalifico. Las primeras 356,687 calcomanías de "Princess" que vi en otros autos con otras niñas me parecieron dulces, pero todo tiene un límite.

3) Ponerle cuernos de reno al coche cuando es Navidad es idiota. El auto se ve como idiota. Los dueños de esos autos son idiotas.

4) Un Garfield o un mono de Looney Tunes pegado con ventosas al vidrio no es normal. Lo mismo pasa con Fido Dido, Ziggy, Kitty y cualquier mono de peluche que se te ocurra traer pegado en la ventana. De ubicarlo no puedo más que concluir una de dos cosas: 1) El conductor es muy naco, o bien 2) El conductor es en realidad un taxista que por alguna razón encontró una máquina del tiempo y viajó de 1992 al presente con todo y sus monos y vehículo en alguna clase de misión.

5) Una calcomanía de Calvin (de Calvin y Hobbes) orinando con cara de maleante no es "cool". Si crees algo distinto es porque tienes problemas.

6) Un portaplacas de "Carlos O'Brians" o "Señor Frogs" no solo es indicativo de los malos antros que frecuentabas, sino de lo anticuado que eres y que encima de todo nada más buscas gringas ebrias por ahí para ver que sacas.

7) Una calcomanía de "Cambridge" o "Harvard" es muy presuntuosa. Nadie te cree que estudiaste ahí, más bien es obvio que fuiste de viaje a Boston y compraste unas calcas.

Eso sí, soy muy respetuoso de no juzgar a algún chavo atravesando su coche por ahí cuando es obvio que apenas sabe manejar. "Been there. Done that".


El primer coche propio nunca se olvida. En mi caso no fue propio, pero era el vehículo asignado a mi persona, del que yo disponía con gusto y a placer: una Nissan King Cab, color plata, automática, 4 cilindros, aire acondicionado. Es la camioneta más burra que jamás he conducido, pero me gustaba. Al pasar el tiempo me pasaron un Jetta Europa Color Verde del que estaba enamorado, modelo 1998, estándar. Cuando me lo dieron estaba recién pulido. Pasé mi mano por la cajuela, como quien pasa sus dedos por la espalda desnuda de una mujer. ¡Qué gusto Dios mío! El carrito no tenía estéreo, por lo que uno de mis hermanos me pásó uno que tenía. Un día al salir de misa con Adrianita (quien era mi novia en ese entonces) fuimos a comprar unos elotes con chile y limón. Cuando llegamos al auto Adrianita se trepó con todo y elote mientras yo me daba cuenta con terror que lo habían abierto para quitarme el estéreo, un ladrillo celular Nokia y mis CD's de REM, Cerati, Marilyn Manson, Smashing Pumpkins y Deep Forest. Salí convertido en gorila, asoté la puerta, grité todo lo que pude y lo que no también mientras golpeaba y pateaba al aire....y eso que acababa de comulgar en la Iglesia. Adrianita estaba dentro del Jetta, con los ojazos pelones, bajándose el susto a cucharaditas de elotitos.


Héctor Daniel











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